A Marcel Schwob
La isla Cyril al principio nos pareció como el fuego rojo de un volcán o un ponche salpicado por la caída de estrellas fugaces. Luego vimos que era móvil, acorazada y cuadrangular, con una hélice en cada uno de sus ángulos, al extremo de los cuatro semidiagonales de ejes independientes, que le imponían todas las direcciones. Cuando una bala de cañón arrancó a Bosse-de-Nage la oreja derecha y cuatro dientes, supimos que nos hallábamos a la distancia de un tiro de cañón de la isla.
«¡Ha, ha!» —balbuceó el papión, pero un cilindro-cono de acero sobre su apófisis zigomática izquierda hizo desandar camino a su tercera palabra. Y sin esperar más amplia respuesta, la isla cinética izó la calavera y las tibias y Faustroll izó el pabellón de la Gran Panza.
Luego de esos saludos, el doctor bebió gin alegremente con el capitán Kid y logró disuadirlo de incendiar el as (el cual, a pesar de su barnizado de parafina, era incombustible) y de colgarnos, a Bosse-de-Nage y a mí de la gran verga, pues el as no tenía gran verga.
Nos pusimos de acuerdo, pescamos monos en un río ante el desmandibulado horror de Bosse-de-Nage, y visitamos el interior de la isla.
Como el resplandor rojo del volcán llega a cegar, se termina por ver sólo una oscuridad sin reflejos, pero, para seguir la opaca ondulación de la lava deslumbrante, hay niños que recorren la isla provistos de lámparas. Nacen y mueren sin edad entre los restos de las lanchas apolilladas, al borde de una corriente verde botella. Los veladores yerran a la manera de cangrejos glaucos y rosas; y en las tierras más alejadas, donde nos refugiamos apresuradamente a causa de las bestias marinas que devastan las arenas del reflujo, duermen sus sombrillas color de tiempo. Las lámparas y el volcán exhalan una luz lívida, como el farol de la barca de los limbos.
Después de beber, el capitán, regocijado con su bigote curvo, con el cálamo de su cimitarra de abordaje y una tinta mezcla de pólvora y gin, tatuó en la frente de nuestro grumete de económicos discursos; estas palabras azules: BOSSE-DE-NAGE, CINOCÉFALO PAPIÓN; y volvió a encender su pipa en la lava y ordenó a los niños-luciérnagas que escoltaran al as hasta la costa. …y el adiós de las palabras de Kid y de las sombrías luces como medusas de esmeralda.
*ALFRED JARRY