LA INCREÍBLE HISTORIA DEL RELOJ | MIGUELO GUARDIOLA + CARMEN ALÍA

Les voy a contar una pedazo de historia que se van a cagar las patas p’abajo, una jodida locura vamos, de estas cosas que si no las ha vivido uno no las cree, pero que cuando se las cuentan, uno sabe que son verdad sólo con mirar a los ojos a su interlocutor. Esto no me pasó a mí, pero la persona que me lo contó goza de la más absoluta credibilidad, por mi parte y por la de una amplia mayoría de expertos en diversas ramas a nivel mundial. No diré su nombre para garantizar su privacidad, ya que cuando se enteren de lo que le sucedió estoy seguro de que querrán conocerle. No les aburro más con los preámbulos, cambio al tono de serio señor que narra los hechos y empezamos.

Fue totalmente inesperado, estaba tranquilamente en el salón resolviendo unos sudokus, cuando Teodoro le avisó de que había una carta para él. Ese hecho le extrañó, ya que con las nuevas tecnologías cada vez es más raro comunicarse por vía postal. Se levantó del sofá, se acercó a Teodoro para que le diera el sobre y se sentó en el escritorio de su despacho. Se puso las gafas de cerca, para descubrir que las tenía sucísimas, así que se las quitó y echó el vaho en los cristales antes de frotarlos con el pequeño trapo de microfibra, cosa que hacía de manera frenética, como un ratoncillo que acabara de coger una gota de agua y se lavara la cara con ella. Ya con las gafas limpias se dispuso a averiguar quién diantres le había enviado una carta a estas alturas del siglo XXI. No tuvo mucha suerte, no había remitente alguno. Eso le provocó cierta desconfianza. ¿Una persona de su posición recibiendo una carta anónima en la era de la comunicación digital? Sin duda no era algo normal. ¿Y si contenía ántrax o era una bomba? Una inspección más detenida del exterior del sobre hizo que se aliviara mucho, la carta estaba dirigida en realidad a su vecino, puesto que había sido enviada con la intención de que fuera entregada a    “P. I. M. C/ del Duelo nº2 9 A” según rezaba en la parte delantera del sobre. Da la casualidad de que su vecino y él compartían iniciales, pero uno vivía en el noveno y otro en el sexto. Hace un par de semanas se soltó el tornillo de la chapa del buzón con el número 6 y ahora parece que hay dos novenos en el bloque, lo que ha llevado a confusiones de este tipo recientemente.

Regresó al sofá y suspiró. Por un lado, era un alivio que la carta fuese dirigida a su vecino y no a él, pero por otro lado eso suponía que tendría que ir a hablar con él. No le caía bien, ni él a él tampoco, pero su educación jamás le permitiría no entregarle la carta a su legítimo destinatario. Por un segundo se le pasó por la cabeza la opción de pedirle a Teodoro que se ocupase del asunto, pero le apreciaba demasiado como para pedirle que interactuara con ese desgraciado. Así las cosas, dejó pasar unas dos horas, tiempo más que suficiente para prepararse mentalmente para el encuentro que le aguardaba.

Se vistió cuidadosamente, quería dejarle bien claro a aquel imbécil que estaba muy por encima de él. La verdad es que no le faltaba ni un detalle, hasta pensó que ese podría ser el conjunto con el que le gustaría ser enterrado. Se armó de valor y también literalmente, puesto que cogió aposta el bastón que escondía una espada corta en la empuñadura. Estuvo un tiempo dudando si llevar también algún sombrero o no, su impecable protocolo le decía que era obligatorio llevarlo, pero su sentido común le decía que era una soberana gilipollez ponerse un sombrero para subir tres pisos y quitárselo. Al final venció la sensatez y salió a calva descubierta. Se despidió de Teodoro y comenzó a subir los escalones que le conducirían a la guarida de su enemigo, al tiempo que se palpaba el bolsillo para asegurarse de que la carta seguía allí.

Se paró a unos pasos de la puerta del infierno, suspiró, se recolocó la ropa hasta asegurarse de estar a la perfección, volvió a comprobar que la carta continuaba en su sitio, se aclaró la voz, se mesó los bigotes, extendió la mano y pulsó el timbre. Ya no había vuelta a atrás. Al momento, la puerta se abrió.

—¡Anda, buenas tardes vecino! Pues mira que justo ahora iba a bajar a verte, que me ha llegado una carta que es para ti, lo que pasa es que no me decidía entre si llevar sombrero o no, me alegra que tú hayas decidido no traerlo. Pero bueno, pasa, no te quedes en la puerta.

Todo aquello era muy raro, iban vestidos prácticamente igual, hasta llevaban un bastón parecido. Incluso daba la sensación de que se parecían físicamente, de que la voz que sonaba en sus cabezas cuando leían algo era la misma, de que el perfume olía igual en ambos. Si en aquel momento alguien le hubiera dicho que eran hermanos separados al nacer quizás le habría creído, pero nadie lo dijo, así que seguía siendo tan solo el inútil del vecino. Cuando empezó a recorrer el pasillo principal de la casa, la sensación de extrañeza no disminuyó en absoluto, más bien al contrario. El piso tenía una disposición idéntica a la del suyo, con la salvedad de que todo estaba al otro lado que en su casa, pero ya no era sólo una cuestión de habitaciones, los muebles eran idénticos, los cuadros, las alfombras, hasta las malditas muescas de cuando Teodoro rozó la pared con la nevera nueva, todo estaba replicado allí, sólo que del otro lado. Cuando entraron al salón casi se desmaya, de pie, junto al mueble bar, había un tipo idéntico a Teodoro.

¿Qué estaba pasando? ¿Cómo podía ser aquello? ¿Esa persona a la que odiaba solamente por tener las mismas iniciales y vivir en el mismo bloque, en el único maldito piso que se podría confundir con el suyo si la chapa de un buzón se quedase girada ahora resulta que iba a ser una persona encantadora y que encima tendría los mismos gustos que él? No estaba dispuesto a consentirlo. Le pidió a su anfitrión amablemente que aceptara la carta y acto seguido le desafió a un duelo. “¿Para qué quiero una carta si puedo morir ahora mismo?” le respondió él al tiempo que desenvainaba la espada de su bastón. A lo que él, reconociendo a su oponente, le espetó que si no sería de mayor decoro enfrentarse en un combate de boxeo tal y como dictaba su condición de caballeros. Estuvieron de acuerdo, así que soltaron los bastones, se quedaron a torso descubierto y comenzaron el combate. El Teodoro original había subido al piso, preocupado por lo que él estaba tardando en bajar, y ahora contemplaba absorto la refriega, sentado a la derecha del otro Teodoro, que también estaba sumido en la visión del duelo entre caballeros.

Esto no solucionó en absoluto sus diferencias, de hecho, el combate era un espectáculo surrealista. Cada golpe que él lanzaba, era replicado por su oponente por el lado contrario y viceversa, ninguno de los dos era capaz de impactar en el otro. Los Teodoros juran que en algún momento los vieron parar y golpearse a sí mismos, como si pensasen que estaban atrapados en un sueño o algo así y hasta eso lo hacían al unísono sólo que invertidos de derecha a izquierda. Fueron pasando los días y el sempiterno duelo seguía su curso sin que ninguno de los dos hubiera conseguido aún asestar un golpe a su contrario. Y así estuvieron hasta la eternidad.

—¿Y si estuvieron así hasta la eternidad cuándo te lo contó a ti?

—No me lo contó, pero si no ¿qué explicación tiene ese reloj de ahí, el de los dos boxeadores que nunca se tocan?

MIGUELO GUARDIOLA

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CARMEN ALÍA

#2 *MAGUFFIN | sep18

con la colaboración [*involuntaria] de ALEJANDRO JOROSCHOWSKY; JUAN ARDILLA; JJ; *FRANZ KAFKA; CABEZADEDOLOR; *HARRY MATTHEWS; *OLIVERIO GIRONDO; ANDREA ANGELINA; VICTAR HUGO; ROSA BUD; *ROLAND TOPOR; *BORIS VIAN; *WILLIAM S. BURROUGHS; ROBBIE RAMONE; LUPITADINGUE; *RALPH STEADMAN; *ITALO CALVINO; MARINA J. PILA; PABLO LAVILLA; MIGUELO GUARDIOLA; CARMEN ALÍA; *GLORIA FUERTES; *NICANOR PARRA; *ANTHONY BURGESS; UN QUÍDAM DE INCÓGNITO & LOS MONOS ESPACIALES DE INDUSTRIAS CLINAMEN en el departamento de dacción, remaquetación y costura.

 

CRISIS | MIGUELO GUARDIOLA

“No aguantaremos mucho más, ya casi nos hemos comido todos los pelos, prácticamente no encontramos polvo nuevo para curar a nuestros enfermos, nuestros ídolos están oxidados y viejos, no lucen como algo que pueda agradar al Diegoarmando, y de los cilindros cósmicos ya apenas brota líquido energético. Por si toda esta situación no fuera suficiente castigo, los vientos abductores son cada vez más frecuentes.”

Esas palabras del jefe de la tribu, interrumpidas por las incesantes toses de nuestros enfermos, cayeron sobre los presentes como un jarro de agua fría. Éramos conscientes de que las cosas estaban mal en la aldea, pero creo que ninguno de nosotros sabía hasta qué punto. A fin de cuentas, la gran mayoría somos sólo recolectores y almacenadores, vivimos alejados de los peligros de las fronteras y no distribuimos las provisiones.

“Montemos una expedición en busca de nuevas tierras, racionemos el pelo, guardemos el poco polvo que queda para garantizar la salud de los exploradores. No es necesario encontrar nuevos ídolos, agradar al Diegoarmando no va a darnos de comer ni va a hacer que lluevan cilindros cósmicos del cielo. Es más, construyamos una máquina de guerra con los viejos ídolos y démosle un uso racional al líquido energético que nos queda, podemos darle propulsión suficiente a la máquina como para esquivar los vientos malignos y sortear el gigante de cerdas. ¿Morirán los enfermos de la aldea? Seguramente. ¿Se perderán buenos hombres en este viaje? Probablemente. ¿Habrá disturbios provocados por la hambruna? Sin duda. Pero a grandes males, grandes remedios, no nos queda otra que asumir el precio de una salvación incierta o rendirnos y dejarnos morir.”

La división de guerreros y exploradores jaleó el discurso de su líder. Mientras, la gente de mi estamento protestaba enérgicamente contra un plan que básicamente consistía en abandonarnos a nuestra suerte, en medio de la enfermedad y el hambre, bajo la endeble promesa de que aquellos que marcharan, volverían para ser los héroes que trajeron la prosperidad de nuevo a estas tierras. Bien seguros estaban algunos de que todo esto era una farsa, una treta de los cazadores para huir con los recursos en busca de una tierra más próspera y dejar atrás a una población débil y mermada que sólo supondría un lastre para ellos. El jefe de la tribu puso orden, con alguna que otra dificultad, para que el portavoz de la unión de recolectores y almacenadores hablara.

“Dejémonos de dramas y de aventuras disparatadas que sólo servirían para salvar a unos pocos. ¿No es la labor de un líder sacar adelante a sus subordinados? ¿No debe un jefe lealtad a quienes le otorgaron ese título? ¿No deberíamos estar dispuestos a luchar todos juntos como pueblo? Aquí no se deja a nadie tirado en la cuneta. Ahora bien, es cierto que la situación que atravesamos es difícil y que es poco menos que imposible que todos nos salvemos, pero no sacrifiquemos peones por comer un alfil, hagamos jugadas inteligentes. Racionemos el pelo, sí, pero no sólo para financiar campañas de exploración. Demos polvo a quienes lo necesitan para salvarse en vez de dopar a nuestras tropas. Usemos el líquido energético para aumentar el ritmo de recolección y para restaurar los ídolos gastados. Hagamos que todo vuelva a la normalidad.”

Los recolectores y almacenadores aplaudieron el alegato de su portavoz. Los exploradores lo tacharon de utopía. Se montó un gran alboroto. Nadie llegaba a las manos, pero todo parecía a punto de estallar. Una voz intentaba abrirse camino entre tanto griterío. Era el respetadísimo director de la escuela que, gracias a su experiencia en las aulas, consiguió alzar su voz por encima de la bronca.

“¿De verdad es necesario que lleguemos a estos extremos? Una comunidad entera se está muriendo y la reacción de sus integrantes es enfrentarse en disputas por ver si es mejor un plan que sacrifica a la población a cambio de una, más que remota, posibilidad de éxito o una estrategia conservadora y fantasiosa basada en que si nos apretamos el cinturón y agradamos a nuestro dios todo se arreglará. No puedo entenderlo. ¿Qué ha hecho que la razón y la lógica se exilien de vuestras cabezas? ¿De verdad nadie, ni nuestros hábiles exploradores, ni nuestros oficiosos recolectores, ni nuestro astuto líder, ha pensado que es el momento de volver a usar el textil? Creo que no es necesario recordaros que del textil se pueden obtener varios derivados, sucedáneos válidos del polvo, del pelo y una fuente energética alternativa al líquido de los cilindros. Y tenemos una cámara entera llena de este material.”

La verdad es que no, nadie había pensado en el textil. Hacía mucho tiempo que no se usaba. Los más jóvenes ni siquiera sabían bien qué era aquella materia prima portentosa y muchos de nosotros sólo habíamos oído hablar de ella por boca de nuestros mayores. Empezaron a vislumbrarse algunos gestos de tranquilidad entre la gente, incluso brotó alguna tímida sonrisa. El director comenzó a guiar a la muchedumbre hacia la cámara donde estaba almacenado el textil. Pero de repente una voz como un trueno partió el aire en dos.

“¡Imbéciles, herejes! Más os valdría tener la memoria más larga que la lengua y que os rugiera más la fe que el estómago. Os habéis alejado de nuestros dioses y habéis olvidado nuestra historia. ¿De verdad no recordáis que el textil ya destruyó nuestro pueblo una vez? ¿Cómo es posible que os parezca una solución a nuestros problemas aquello que corrompió al último gran héroe de esta aldea, convirtiéndolo en un monstruo insaciable que devoró a la mitad de la población hasta que llegó el Diegoarmando y lo destruyó? Y, después del sacrifico que hizo para salvarnos, ¿cómo podéis haber dejado que envejecieran y se oxidasen los monumentos en su honor? ¿Cómo habéis tenido la indecencia siquiera de tan sólo pensar en convertir esos exvotos en una máquina de guerra? ¿Qué tan podridos estáis como para abandonar la fe en aquel que entregó su vida por salvarnos de nuestra propia avaricia? Llega a parecerme justo pensar que nos merecemos esta crisis, por ingratos, por descreídos, por creernos que estamos por encima de los designios del destino. Más nos valdría estar rezando para que no vuelva a abrirse la gran grieta celeste y vuelva a suceder el apocalipsis, pues bien sabemos que no hay nadie entre nosotros capaz de emular las proezas del Diegoarmando.”

La plática del chamán volvió muda a toda la aldea. Nadie se atrevía a hablar con el sentimiento de culpa y vergüenza que invadía su cuerpo. No hubo tiempo para mucho más, una repentina luz celeste era el anuncio de que el temor del viejo guía espiritual se iba a cumplir mucho más pronto de lo que él mismo pensaba. Indefensos en mitad de la cegadora luz, sólo pudimos escuchar con pánico el sonido del viento que nos alzaba hasta la boca de la bestia.

—Joder, pero ¿cuánto hace que no limpiáis detrás del armario? Hay pelusas aquí como para formar un país.

MIGUELO GUARDIOLA

#1 *KIPPEL | nov17

 

con la colaboración [*involuntaria] de ESPUTOVERDE; UN QUÍDAM KIPPELIZADO & SÚPERESTANDAR; LUPITA DINGUE; *JULIO CORTÁZAR; LA TRIPULACIÓN DE MILTON MALONE; COLOR; ROBBIE RAMONE; MARK ÁVILA; GEMA FERNÁNDEZ; *FEDERICO GARCÍA LORCA; PABLO P. LAVILLA; THOSLEAF; *ALFRED JARRY; BÁRBARA CADÓRNIGA; PABLO LAVILLA; VITI; *ANTONIO TABUCCHI; ANDREA ANGELINA; ASTOR; MARINA J. PILA; MIGUELO GUARDIOLA y los monos espaciales de industrias CLINAMEN en el departamento de maquetación y costura.


DISPONIBLE EN DIFERENTES CROMALIDADES:

ÁNGEL DE AMOR | MIGUELO GUARDIOLA

La noche anterior volvió a sucederme. Soñé que estaba en un after con Ángel Acebes, él no dejaba de pedir Moët & Chandon y yo no podía dejar de fijarme en los gemelos de Iron Man que decoraban los puños de su camisa. “Este tío tiene swag hasta para eso”, pensaba mientras le sonreía. Un camarero enano, vestido sólo con un tanga negro y una pajarita de lentejuelas rosa, nos trajo entonces un cuenco con kikos bañados en polvo de oro, lo más delicioso que jamás me llevé a la boca. Le comenté a Acebes lo originales que me parecían el atuendo del camarero y el aperitivo. Él, cambiando de tema con cierta brusquedad, me preguntó si alguna vez me había seducido la erótica del poder. Respondí que sí, ¿quién no ha deseado enrollarse con Gorbachov o tener un tórrido romance de verano con María Teresa Fernández de la Vega? Pero me aseguré también de dejarle claro que yo no era ninguna buscona y que no estaba allí con él por que antaño hubiera sido un hombre poderoso. Que usara la palabra antaño pareció enojarle, porque, a modo de réplica, soltó una filípica sobre el poder que seguía ostentando, que ahora era incluso más que cuando era una figura de la primera plana del PP, porque ahora podía permitirse llevar a cabo sus operaciones en la sombra sin tener que dar explicaciones ni cubrirse las espaldas de cara a la opinión pública. Le dije que no flipara tanto, que se le había subido a la cabeza y que vamos, cualquiera diría que es que él es un illuminati o el elegido de una profecía ancestral o algo. Eso terminó de enojarle por completo, empezó a gritarme cosas sin mucho sentido, como historias de abuelo cebolleta sin conexión entre sí, de cuando Aznar y él se iban a pescar, de cuando estuvo en una fiesta en casa de Zaplana y dejaron a Álvarez Cascos encerrado en la terraza durante dos horas y de cómo una vez se sintió transgresor y no fue a la misa de los oficios… Así hasta que me harté, no pude aguantar más y me abalancé sobre Acebes, me senté a horcajadas sobre él y comencé a besar su boca y su cuello mientras mis manos golosas aflojaban el nudo de su corbata antes de empezar a desabrochar los botones de su camisa, comencé un rítmico movimiento de balanceo con las caderas, frotando muy suavemente su sexo contra el mío. Se dejó hacer durante unos segundos, pero entonces me detuvo cogiéndome por los hombros:

—Sabes que esto está mal.

—Lo sé, pero es que me excitas demasiado, no puedo contenerme.

—Tenemos que terminar con esto.

—No, ¿por qué? Nadie tiene por qué saberlo. Yo… Yo… ¡Yo te quiero!

—Y yo a ti, pero sabes que, si alguien se enterase de esto, nuestra vida pública se convertiría en un infierno.

—Pues hagámoslo en privado, encerrémonos en una de tus casas de verano. Vayámonos ahora mismo.

Y así lo hicimos, Ángel pagó la cuenta y le dio un cachete al camarero enano en su fornida nalga de atleta. Salimos del local por la puerta de atrás y subimos al coche. Le dijo al chófer que nos llevara a la villa de Pajares de Adaja, cerca de Ávila y pude ver en el espejo del conductor cómo se esbozaba una sonrisa pícara en la cara del chófer. El champán burbujeaba en mi cabeza y debió de notárseme, porque Ángel insistió en que me durmiera, que aún quedaba una hora de camino más o menos y que necesitaba guardar fuerzas para lo que me esperaba esta noche. Así que me besó y después me acurruqué en su regazo hasta que me dormí. Me desperté ya dentro de la cama, Ángel estaba a mi lado, mirándome con ternura:

—¿He dormido mucho rato?

—No, sólo hace veinte minutos o así que llegamos a casa. ¿Te apetece…?

No dije nada, simplemente le besé, dándole a entender que sí me apetecía. Estuvimos un rato besándonos y acariciando nuestros cuerpos, quise agarrar su pene y masturbarle, pero no me dejó hacerlo, en su lugar, me hizo señas para que me tumbara boca abajo en la cama y se colocó detrás de mí, me besó en la nuca y entonces se preparó para penetrarme. Pude sentir como se apoyaba en la entrada de mi puerta trasera, preparado para destrozarla como un antidisturbios se prepara para salir a destrozar manifestantes…

Y es ahí cuando me despierto siempre, con el ojete muy, muy dolorido y la mayoría de las veces con heces con sangre entre las sábanas. No sé cómo sucede, soy un tío heterosexual sin inquietudes por el sexo anal y encima soy de izquierdas, ¿por qué sueño estas cosas con Ángel Acebes? Si ni siquiera soy su tipo joder, que tengo barba y rastas y hasta soy pro-abortista. A ustedes esto les parecerá hasta gracioso, pero llevo soñando lo mismo una vez a la semana desde hace dos años y ya estoy harto. Miren, paso, voy a ver que ponen en la tele, porque me aburro de contarle esta historia a la gente y que nadie se ponga en mi lugar y se compadezca. Anda, un especial informativo:

—“Detenido Ángel Acebes por ser el cabecilla de una trama de violaciones en serie, se sospecha que Aznar, Zaplana y Álvarez Cascos pueden estar también involucrados, así como el actor Emilio Gavira. Esta banda asaltaba las casas de sus víctimas mientras dormían y les suministraban una droga experimental que hace que la realidad se mezcle con el sueño y todo parezca una pesadilla. Este método ha dificultado las cosas para la policía, que lleva dos años investigando esta trama, puesto que las víctimas no saben qué les ha pasado…”

Hostia puta, que cabrón el enano.

MIGUELO GUARDIOLA