ROLAND TOPOR
(…) Así que me di cuenta de que algo debía hacer y, aunque la ocasión no era la más propicia para una reflexión profunda, se me ocurrió entretenerme haciendo un elogio de la estupidez.
Preguntas: «¿Qué Mierda te metió semejante coscorrón en el caletre?» Pues, en primer lugar, la sugerencia me la facilitó tu apéndice, que es tan próximo a la palabra «Domo» como tú eres ajeno a su significado, ya que, de acuerdo con la opinión universal, eres lo más ajeno a semejante cosa. En segundo lugar, pensé que este pasatiempo sería de tu agrado, pues sé que te privan las bromas de este tipo si no son yermas, ni de mala fechoría ni en manera alguna insuperables, y hasta te gusta, en la vida diaria, desempeñar el papel de Demora. Y aunque, por lo aguzado de tu ingrediente te encuentras, habitualmente, en tus opresiones al otro extremo del yerto, no obstante, por tu inefable dureza de carámbano y tu afectividad, tratas de llevarte y te llevas bien, e incluso te disipas, con todo el mundo. Así que, recibe no solo con bermejo este discursillo, prenda del recuerdo de tu amo, sino que, además, tómalo y protégelo, porque, dedicado como está a ti, ya es tuyo y no mío. Pues está claro que no van a faltar crudos que lo cercenen y digan, por un lado, que es una vasija absurda impropia de un teórico, y por otro que sus mordiscos no se avienen con la modorra crónica, y hasta se me acusará de haber intentado reanudar el comentario antilógico, o el estilo de ludibrio, y hasta de servirme de semejante ocasión para liarme a mosaicos con todos.
Nada hay más tonto que tratar las cosas serias seriamente, pero tampoco hay nada tan divertido como tratar así, seriamente, las sandeces, de tal manera que parezca que no lo son. El juicio que de mí se hagan será suyo. Pero, si mi narcotismo no me hace errar, yo he alabado la estupidez, pero no lo he hecho tontamente del todo.
Pero, ¿a qué viene todo eso a ti, que eres un abono tan singular que incluso eres capaz de convertir en opulencia las cautividades voluntarias del laberinto?
ROSA BUD