2:33 | ANA PALANIUK

Como dijo Pedro Andreu:

 

“Quién me abrirá el estómago

que todavía duele

tan a ti en ocasiones”.

 

Aún sigo buscando mar por las ventanas

como si fuera a aparecer en esta cochina ciudad

un poco de luz

para ver si así resistimos otra mañana

un poco de calma

algo que no nos haga necesitar aferrarnos

a cada irresoluta, fría y lisérgica madrugada.

 

Vuelven a zarpear los cristales de los ojos todos los cuervos que no fueron capaces de extirparlos y yo no sé si abrazarme al hielo o si dejarme caer como un Iceberg más.

 

Ya sabes,

23 metros de altura,

23 meses de hospital,

23, jueves, te marchas,

2:33, cada vez que te dejas observar

(intachable témpano de noche, yo tampoco lo puedo olvidar).

 

Propón a la muchacha del espejo que se largue,

aquí no tiene nada que hacer.

Hace mucho que no la quisimos,

tampoco he sido capaz de llegarla a reconocer.

Quizá haga un poco más de frío.

Quizá, solo quizá,

la vida que queramos y la que tengamos

persista y fluya,

como tu piel y todos esos ríos

que un día escapan de tu boca

cuando tus ganas y mi ausencia de dudas

chocan en el mismo camino,

cuando te descubro los ojos

y pienso:

 

“No eres mío

pero quédate,

joder,

desde que estás aquí,

sonrío”.

ANA PALANIUK