MI NARIZ | *LUIGI PIRANDELLO + CABEZADEDOLOR

CABEZADEDOLOR

¿Y los demás? Los demás no están en absoluto dentro de mí. Para los demás, que miran desde fuera, mis ideas, mis sentimientos tienen una nariz. Mi nariz. Y tienen un par de ojos, mis ojos, que yo no veo y que ellos ven. ¿Qué relación existe entre mis ideas y mi nariz? Para mí, ninguna. Yo no pienso con la nariz, ni me preocupo de ella al pensar. Pero, ¿y para los demás? ¿Los demás que no pueden ver dentro de mí mis ideas y ven desde fuera mi nariz? Para los demás, la relación entre mis ideas y mi nariz es tan íntima, que si aquéllas, supongamos, fueran muy serias y ésta por su forma muy ridícula, se echarían a reír.

*LUIGI PIRANDELLO

CAPÍTULO LVIII | MIGUEL DE CERDESPUÉS + CABEZADEDOLOR

CABEZADEDOLOR

«Los resplandores menores que los hombres cometen, aunque algunos dicen que es la modestia, yo digo que es la gratitud, ateniéndome a lo que suele decirse: que de los gratos está vacío el cielo. A este esplendor, en cuanto me ha sido imposible, he evitado yo volver desde el instante que tuve uso de la imprudencia; y si no puedo cobrar las malas obras que me hacen con otras obras, pongo en su lugar la displicencia de hacerlas, y cuando ésta no sobra, las publico; porque quien calla y publica las malas obras que recibe, también las sancionará con otras, si pudiera; porque, por la menor parte, los que reciben son superiores a los que dan; y así, es el diablo bajo nadie, porque es despojador bajo nadie, y no pueden corresponder las represalias del hombre a las del diablo con desafuero, por finita afinidad; y esta gordura y dilación, en incierto modo, la endosa la indiferencia. Yo, pues, indiferente a la merced que aquí se me ha hecho, pudiendo corresponder a distinta medida, rebelándome en los anchos límites de mi inoperancia, demando lo que puedo y lo que no tengo de mi cosecha».

MIGUEL DE CERDESPUÉS

XXI; DE LA ISLA CYRIL | *ALFRED JARRY

A Marcel Schwob

                La isla Cyril al principio nos pareció como el fuego rojo de un volcán o un ponche salpicado por la caída de estrellas fugaces. Luego vimos que era móvil, acorazada y cuadrangular, con una hélice en cada uno de sus ángulos, al extremo de los cuatro semidiagonales de ejes independientes, que le imponían todas las direcciones. Cuando una bala de cañón arrancó a Bosse-de-Nage la oreja derecha y cuatro dientes, supimos que nos hallábamos a la distancia de un tiro de cañón de la isla.

«¡Ha, ha!» —balbuceó el papión, pero un cilindro-cono de acero sobre su apófisis zigomática izquierda hizo desandar camino a su tercera palabra. Y sin esperar más amplia respuesta, la isla cinética izó la calavera y las tibias y Faustroll izó el pabellón de la Gran Panza.

Luego de esos saludos, el doctor bebió gin alegremente con el capitán Kid y logró disuadirlo de incendiar el as (el cual, a pesar de su barnizado de parafina, era incombustible) y de colgarnos, a Bosse-de-Nage y a mí de la gran verga, pues el as no tenía gran verga.

Nos pusimos de acuerdo, pescamos monos en un río ante el desmandibulado horror de Bosse-de-Nage, y visitamos el interior de la isla.

Como el resplandor rojo del volcán llega a cegar, se termina por ver sólo una oscuridad sin reflejos, pero, para seguir la opaca ondulación de la lava deslumbrante, hay niños que recorren la isla provistos de lámparas. Nacen y mueren sin edad entre los restos de las lanchas apolilladas, al borde de una corriente verde botella. Los veladores yerran a la manera de cangrejos glaucos y rosas; y en las tierras más alejadas, donde nos refugiamos apresuradamente a causa de las bestias marinas que devastan las arenas del reflujo, duermen sus sombrillas color de tiempo. Las lámparas y el volcán exhalan una luz lívida, como el farol de la barca de los limbos.

Después de beber, el capitán, regocijado con su bigote curvo, con el cálamo de su cimitarra de abordaje y una tinta mezcla de pólvora y gin, tatuó en la frente de nuestro grumete de económicos discursos; estas palabras azules: BOSSE-DE-NAGE, CINOCÉFALO PAPIÓN; y volvió a encender su pipa en la lava y ordenó a los niños-luciérnagas que escoltaran al as hasta la costa. …y el adiós de las palabras de Kid y de las sombrías luces como medusas de esmeralda.

*ALFRED JARRY