MICROCUENTOS DE MIERDA | MIGUELO GUARDIOLA

Venció al feroz dragón legendario, pero no pudo aguantar el olor de años de mierda de princesa encerrada en una torre.

* * *

Subió al campanario y empezó a gritar. La gente creyó que se iba a tirar, pero solamente quería cagarse en to lo alto.

* * *

El silencio se rompió con un peo. El equipo de asalto disparó a matar. No sabía que cabían tantas balas en un Cocolín.

* * *

La quietud reinaba en la solitaria estancia. El silencio era tan denso como un peo mochilero de domingo por la mañana.

* * *

Ahí estaba su princesa, reluciente y bella. Y así la miraba él por la ventana del baño en lo que terminaba de cagar.

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Alguna vez creyó que eran mariposas aleteando de amor en su estómago, ahora estaba seguro de que se avecinaba diarrea.

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«Me quiere, no me quiere…» repetía casi autista, hasta que la caída del zurullo le sorprendió mojando sus nalgas.

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Una lágrima caía furtiva por la avenida de sus mejillas, rogaba a Dios, no quedaba papel y su culo seguía sucio.

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Metieron al enterrador de mi pueblo en la cárcel, por lo visto se cagó en todos sus muertos.

* * *

La situación era crítica, MacGyver debía inventar algo o la tragedia sucedería. Y sucedió, se cagó atado a la silla.

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Era un ciclista inteligente, los demás tenían que parar para cagar, él competía sin sillín y llenaba la barra.

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Llevaba 42 años sin defecar y su organismo aprovechaba aquello, ahora era un gordo de mierda, con todas las letras.

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Santa Claus echó un regalito por la chimenea, en aquella casa no vivía ningún niño, pero no iba a cagarse en el trineo.

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Se dio cuenta de que se había comido el tupper equivocado cuando el médico llamó para decir que no analizaría un puré.

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Contrajo todos sus músculos, apretó los puños, empujó cuanto pudo, maldijo entre dientes, odiaba ser estreñido.

* * *

Podía tocar cualquier melodía con sólo oírla una vez, a cualquier tempo, pero lo increíble era que lo hacía peyéndose.

* * *

Y colorín colorado, el cuentacuentos se ha cagado.

MIGUELO GUARDIOLA

TUCIBI | MIGUELO GUARDIOLA

Salí de la habitación con calma, aparentada, pero calma a fin de cuentas. Es cierto que ya en ese momento me sorprendió que el Padre Lanthimos estuviera sodomizando una gallina en el pasillo, pero su cordial saludo hizo que me pareciese una escena rutinaria. Doblé la esquina para dirigirme al pasillo F4. Me encanta ese pasillo, bueno, en realidad es exactamente igual que todos los del hotel, pero es en ese dónde está el cuadro más fascinante que he visto en mi vida. Es un lienzo de tamaño estándar, que no sé a cuántos centímetros cuadrados equivale eso, en el que está representada una escena loquísima: todo es como si fuera este mismo hotel, ¿vale? A la izquierda del cuadro hay un encargado de mantenimiento abriendo o cerrando con llave una puerta y a través de la pequeña rendija que queda, se intuye la silueta de una especie como de perrito caliente gigante; el tipo transmite bastante sosiego a pesar de lo que hay más allá en el cuadro; a la derecha del todo, en la otra punta, hay una bruma negruzca, como el humo de quemar un plástico, repleta de ojos rojos, que parece estar brotando de la habitación 615, no sabría decir si son varias criaturas o una sola, es bastante inquietante; pero mi parte favorita del cuadro es justo la central, ahí hay un amasijo de cadáveres sin orden aparente, pero tan grande que parece imposible que el conserje no lo haya visto o que una extraña neblina los haya matado, pero, sin duda lo más loco es que debajo de esa pila mortuoria hay un hombre con cara de agobio intentando coger algo del bolsillo de sus vaqueros mientras espera que el bedel acuda a salvarle o ese algo nebuloso lo devore…

—Es tucibi.

—Qué?

—Lo que el tío ese está buscando en el bolsillo.

—¿Qué?

—Sí, fíjese bien. ¿No ve una línea rosa en el bolsillo?

Ahora sí que lo veía, lo que pasa es que yo no tenía ni idea de qué diantres era el tucibi. De lo que tenía aún menos idea era de cómo había sabido el Doctor Dupieux que era justo eso lo que me estaba preguntando y tampoco tenía la más mínima certidumbre sobre por qué sabía él que esa línea rosa era la movida aquella. Me giré para pedirle que me explicara qué se suponía que era el tucibi, pero cuando lo hice sólo me dio tiempo a ver cómo se despedía con la mano mientras las puertas del ascensor se cerraban.

Abandoné la visión del cuadro para continuar mi camino. Bajé por las escaleras hasta llegar a la segunda planta. Por el camino me crucé con el General Korine, que iba tan apresurado que ni me saludó. Salí al larguísimo corredor cubierto que rodeaba esa fachada del edificio y me dirigí a la máquina de hielo que había al fondo, aparentando calma aunque sabía que nadie me veía. Llegando a la máquina me eché la mano al bolsillo y descubrí con desagradable sorpresa que mi cartera no estaba allí. Otra vez vuelta a la habitación tratando de disimular mi intranquilidad.

Salí de la habitación, ahora ya sí con la cartera en el bolsillo y es cierto que me sorprendió de nuevo el violento exhibicionismo del Padre Lanthimos, que ahora le practicaba una felación a un manatí. Pero el amistoso saludo del animal hizo que me pareciera que todo estaba en orden. Tiré por el pasillo F4 hasta que llegué al cuadro, me quedé mirándolo, con la esperanza de que el Doctor Dupieux volviera a aparecer y me ilustrara sobre el tucibi. Pero en su lugar apareció el General Korine, tan apresurado como antes y mascullando algo así como que no había seiscientos quince. De nuevo ni me saludó. Como el Doctor no aparecía, doblé la esquina y bajé por las escaleras hasta la segunda planta. Salí al corredor y entonces vi al Doctor entrando en su coche en el aparcamiento, me saludó con la mano justo antes de cerrar la puerta, por lo que seguía sin saber qué era el tucibi. Llegué a la máquina de hielo, eché mano a la cartera y entonces me di cuenta de que esa no era la máquina de hielo. Ya empezaba a ser incapaz de impostar la calma, pero deshice el camino a ver si me encontraba.

No sé cómo lo hice, pero llegué a la habitación sin ser consciente de en qué punto me había equivocado al bajar. Revisé que todo estuviera en orden y volví a salir del cuarto, con el pensamiento informático en la cabeza de que entrar y salir haría que esta vez todo marchara bien. Es cierto que me impactó descubrir al Padre Lanthimos besuqueando el cuello de un canguro vestido de personaje de anime, pero el repentino sprint que el General Korine hizo para tirarse por la ventana del pasillo mientras gritaba que sólo eran cinco pisos y no seis tuvo un efecto amnésico en mí. No era la primera vez que el General bajaba a recepción por la vía rápida, aunque siempre consigue que me sorprenda.

Bajé por las escaleras hasta la segunda planta, doblé la esquina y llegué al pasillo F4. No pude evitar echar un vistazo más al desconcertante cuadro, pero no me detuve demasiado. No por falta de ganas sino porque sabía que Dupieux no se hallaba en el hotel y eso me condenaba a seguir sin resolver mis dudas sobre el tucibi. Salí al corredor y avancé hasta la máquina de hielo que ahora sí era la máquina de hielo. Saqué la cartera del bolsillo con la satisfacción de saber que por fin iba a apaciguar aquello que me impedía mantener la calma. Entonces me di cuenta de que no había traído nada para transportar el hielo. Estaba jodido. No pensaba volver a la habitación sin mis cubitos. Estaba a punto de hacer una especie de hatillo con mi camiseta cuando una mano llamó mi atención dándome unos golpecitos en el hombro. Era el Doctor, que me tendía una cubitera con el precio puesto. Quise preguntarle de una vez por todas qué era el condenado tucibi, pero Dupieux me hizo callarme poniendo su dedo índice sobre mis labios para luego alejarse lentamente andando de espaldas, hasta que llegó a las escaleras y comenzó a subirlas hacia atrás, como en un mal sueño.

Regresé a la habitación con la cubitera a rebosar. Cerré la puerta tras de mí con el pie como quien llega a casa con un ramo de flores y una botella de champán en la otra mano. Allí estaba él esperándome en la bañera, con la disfunción eréctil de un ducados negro ya consumido en la boca. Me arrodillé y comencé a distribuir los hielos estratégicamente mientras me juraba a mí mismo que no volvería a ocurrirme esto. Aquel pobre salmón no se merecía un final tan trágico.

MIGUELO GUARDIOLA

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#4 *REDRUM | oct19

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DEPORTE REY | MIGUELO GUARDIOLA + *RALPH STEADMAN

*RALPH STEADMAN

Era bastante bochornoso contemplar a aquellos hombres adultos profiriendo todo tipo de barbaridades desde la grada, mientras sus hijos se batían el cobre en aquella absurda competición. Al principio me sentía a salvo, oculto tras la trinchera del teleobjetivo que había acoplado a mi vieja Leica, pero todo era tan invasivo que al final casi me vi forzado a convertirme en uno de ellos. Salí un momento a los pasillos internos tras las gradas, con la intención de desintoxicarme un poco del ambiente y, por qué no, comprar unos torreznos. Esos torreznos son, casi con total seguridad, lo mejor de este estadio. Salivo mares sólo con pensar en ese cucurucho de papel que se torna en ventana gracias a la magia de la grasa. En serio, si alguna vez venís por aquí, merece la pena acercarse, aunque solo sea por este humilde manjar.

Mis pasos dieron por fin con el improvisado quiosquillo donde Ruth y Melqui despachaban el porcino maná. Para mi sorpresa y mi desgracia, tuve que cagarme muchísimo en Dios y en la puta madre que parió a la carrera de mierda. Resulta que justo hoy no vendían chicle de cerdo porque, como es el puto derbi de los cojones, les tienen prohibido comerciar con cualquier producto que pueda herir la sensibilidad de los participantes. ¿Prohíben eso, pero la ley obliga a que los padres de los competidores tengan al menos una relación de tercer grado de consanguinidad y se quedan tan tranquilos?

Finalmente regresé a mi esquinita a pie de pista, con una infantil e insulsa bolsa de gusanitos sabor kétchup en una mano y un refresco sabor aspartamo en la otra. Como era previsible, los competidores apenas habían avanzado en su transcurrir por el aburrido circuito. El sonido de su fatigosa respiración de bulldog, los aullidos de sus progenitores, la engolada voz del comentarista y las vuvuzelas se mezclaban, ejecutando la banda sonora perfecta para inmolarse.

En mitad del tedio, algo conmocionó al comentarista, puesto que dejó de impostar su machacona voz, sacándome de mi ensimismamiento. Se estaba produciendo un adelantamiento teóricamente espectacular, Matthew VI de Inglaterra estaba pasando a Gerlach VIII de Holanda justo en una curva. Los siguientes quince minutos de carrera fueron exactamente igual de espectaculares, hasta que ambos consiguieron salir de la curva. Aproveché aquel momento de emoción para sacar unas cuantas instantáneas, a ver si conseguía cumplir con el cupo de treinta imágenes buenas que me pedía el periódico para sacar la noticia y actualizar el archivo.

Comprendía el interés que suscitaba la carrera, pero de verdad que era algo insoportable y además bastante desagradable. Hay algo en mi ética que no termina de aceptar que se someta a niños de tres años a un proceso tan vergonzante cada vez que muere un monarca. Además que qué niños, todos enfermos, deformes y sufriendo las consecuencias de la endogamia disfrazada de pureza de sangre. Y al final se les hace correr, bueno, si es que a eso se le puede llamar correr, en un circuito ovalado, hasta que alguno complete tres míseras vueltas. Algún año ha pasado que ninguno ha sobrevivido habiendo logrado acabar la carrera, así que ese año otra vez elecciones y espérate a ver si no hay que volver a votar al año siguiente, que como no haya descendencia en edad de competir estamos jodidos. La verdad es que siempre apoyé el fin de la democracia tal como la conocíamos, pero creo que se nos ha ido de las manos. ¿Hemos acabado con las guerras? Sí. ¿Hemos evitado los comentarios tocapelotas de tu cuñado en las cenas de navidad? Sí. Ahora que todo está supeditado al deporte rey, nunca mejor dicho, hemos eliminado todos los conflictos políticos humanos, pero nos hemos convertido en una especie miserable, más aún si cabe.

En fin, parece que este derbi lo va a terminar ganando un Borbón, otra vez.

MIGUELO GUARDIOLA

lajaimademiguelo.blogspot.com

#3 *DERBI | ene19

con la participación (*usurpada) de *FRANCISCO DE GOYA; JJ; *JUAN ABARCA; LORENZO CARLINI; *EUGÈNE IONESCO; PABLO LAVILLA; CABEZADEDOLOR; *HENRY MORTON STANLEY; *RAYMOND QUENEAU; *JULIO CORTÁZAR; LA INFAMIA; ILUSTRE MANDARINA; LUPITA DINGUE; *ALFRED JARRY; MIGUEL DE CERDESPUÉS; *LUIGI PIRANDELLO; *VINCENT VAN GOGH; NOELIA C. BUENO; CLARA QUINTANA SILVA; *FRANÇOIS RABELAIS; *GUSTAVE DORÉ; *ALBERT CAMUS; MIGUELO GUARDIOLA; *HUNTER S. THOMPSON; *RALPH STEADMAN; UN QUÍDAM CONTINGENTE Y NECESARIO & LOS MONOS ESPACIALES DE INDUSTRIAS CLINAMEN