Metí el dedo en mi globo de chicle y salió un árbol.
Era marrón como el jengibre y con patas de gallo que habían cantado ya muchos amaneceres.
Era raro, nunca había visto un junco marrón pero bueno, hoy en día las bombas existen y nadie se extraña.
La caja de pandora ahora era la goma de mascar, que dice que allá donde estemos, debemos mecernos con el viento.
Que las ciudades, a veces parecen más bonitas cuando te vas a ir de ellas, que a las decisiones las puede vencer el azar y que, si algo arde, nuestras manos han de ser las cerillas.
TINTADAS